Acerca de

La Casa Universal de Justicia

La Casa Universal de Justicia, ordenada por Bahá’u’lláh como la autoridad legislativa de la Fe bahá’í, comenzó a existir en 1963. Es una institución de nueve miembros elegida a intervalos de cinco años por todos los miembros de las instituciones directivas del mundo bahá’í.

La Casa de Justicia dirige los asuntos espirituales y administrativos de la comunidad internacional bahá’í. También sirve como custodia y fideicomisaria de los lugares sagrados bahá’ís y otras propiedades en Tierra Santa. Dotada por Bahá’u’lláh de la autoridad para legislar en todos los asuntos no establecidos en las escrituras baháís, la Casa de Justicia es la institución que mantiene a la comunidad bahá’í al día en un mundo en cambio constante.

El órgano legislativo supremo del orden administrativo bahá’í

La esencia de todo lo que te hemos revelado –declara Bahá’u’lláh– es la Justicia. El principal instrumento para la transformación de la sociedad y el logro de una paz duradera es el establecimiento de la justicia en todos los aspectos de la vida. Bahá’u’lláh explica que el propósito de la justicia es el surgimiento de la unidad entre los hombres. La certeza de que la unidad mundial es practicable, junto con la dedicación y voluntad de trabajar hacia esa meta, es el rasgo definitorio más destacado de la comunidad bahá’í. El mayor empeño de los bahá’ís de todo el mundo consiste en construir comunidades basadas en la colaboración y la justicia, y guiadas por un sistema único de administración que estableció el propio Bahá’u’lláh.

La consulta y el proceso de toma de decisiones

En nuestra época, la expresión práctica del impulso religioso –según dice Bahá’u’lláh– es la toma de decisiones y la acción colectiva basadas en los principios espirituales. Para asegurar que el poder es utilizado como instrumento de la justicia y que la gobernabilidad atiende a las necesidades de la humanidad, la toma de decisiones y la autoridad deben descansar sobre cuerpos colegiados, no unipersonales. En todas las cosas es preciso consultar. La madurez del don de la comprensión se hace manifiesta a través de la consulta. Bahá’u’lláh, al igual que todas las Manifestaciones de Dios que Le precedieron, enunció y reiteró ciertas verdades fundamentales y mediante Su aparición hizo que la humanidad se imbuyese de un espíritu nuevo y regenerador. Asimismo, estableció leyes y mecanismos institucionales que asegurarían la realización de la justicia en los asuntos humanos.

Un Orden Administrativo Mundial

Los bahá’ís creen que el «Orden Administrativo» creado por Bahá’u’lláh, y erigido por Sus sucesores, ‘Abdu’l-Bahá y Shoghi Effendi, define una pauta de toma de decisiones y de interacción social que fomenta las capacidades morales y creativas latentes en la naturaleza humana. Proporciona un modelo de las estructuras institucionales que requiere la vida en una comunidad global, un patrón de vida que abraza la diversidad, fomenta la mutualidad de los fines, la compasión y la rectitud de conducta. Un rasgo singular de este sistema administrativo es el equilibrio que mantiene entre la salvaguardia de la libertad de la persona y la promoción del bien común. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe escribió:

Este Orden Administrativo difiere en lo fundamental de cuanto ha sido establecido anteriormente por Profeta alguno, pues Bahá’u’lláh mismo ha revelado sus principios, ha establecido sus instituciones, ha designado a la persona que ha de interpretar Su Palabra, y ha conferido la autoridad necesaria al cuerpo [de la Casa Universal de Justicia] designado para complementar y ejecutar Sus disposiciones legislativas.

Sobre la base de una serie común de principios consultivos y electorales, que son democráticos en espíritu y método, el sistema bahá’í de toma de decisiones se organiza en torno a un conjunto de consejos de gobierno libremente elegidos que operan a nivel local, nacional e internacional. Esta jerarquía traslada la toma de decisiones al nivel más cercano posible a las bases –lo que la convierte en sí misma en un vehículo singular para la participación en la gobernabilidad desde la base–, y al mismo tiempo proporciona cierto nivel de coordinación y autoridad que permite la cooperación a escala mundial. Bahá’u’lláh denominó a estos consejos «Casas de Justicia».

El establecimiento de la Casa Universal de Justicia en 1963

Con la formación de la Casa Universal de Justicia en 1963, la Fe bahá’í entró en una nueva fase de su historia. La autoridad fluyó primero a través de la Manifestación de Dios (Bahá’u’lláh), después a través del Centro de la Fe (‘Abdu’l-Bahá) y el Guardián de la Fe (Shoghi Effendi). Pero a la muerte de Shoghi Effendi y al establecerse la Casa Universal de Justicia, la comunidad bahá’í ya no recibe su orientación por cauces personales, orgánicamente vinculados a la Manifestación, sino a través de un cuerpo electo escogido por los propios bahá’ís.

La relación entre la Casa Universal de Justicia y los cuerpos nacionales y locales de gobierno que la apoyan posee rasgos de extrema importancia. En una época en que la humanidad se despierta a nuevos poderes de razón y comprensión, Bahá’u’lláh presta atención especial al desarrollo de destrezas en la toma de decisiones que parten de la base misma de la sociedad. Por ello, el sistema administrativo bahá’í restituye la autoridad a los niveles nacionales y locales de gobierno a fin de crear nuevas pautas de interacción y participación, especialmente entre personas y grupos que históricamente se han visto excluidos de la toma de decisiones. En consecuencia, la responsabilidad de ejecutar los principios espirituales y sociales de Bahá’u’lláh reside fundamentalmente en las Asambleas Nacionales y Locales. Corresponde a estos cuerpos asegurar que las indicaciones de Bahá’u’lláh para la renovación moral y la vida armoniosa de la comunidad sean puestas en marcha. Además, las instituciones nacionales y locales tienen encomendado el asegurar que las comunidades bahá’ís promuevan los intereses y respeten las leyes de las localidades, regiones y naciones en que se enclavan. Bahá’u’lláh declara en términos enfáticos que Él sólo escoge como dominio propio los corazones de los hombres. La lealtad y la obediencia al gobierno de la nación en que residen los bahá’ís, sean o no mayoría, son requisitos igualmente indispensables. En cada nación, la Asamblea Espiritual Nacional tiene la responsabilidad expresa de actuar de conformidad con este principio vital. En este sentido, la Casa Universal de Justicia sirve como última garantía de la adhesión de la comunidad bahá’í a las leyes y disposiciones de Bahá’u’lláh en todas las partes del mundo.

La Casa Universal de Justicia fue instituida en 1963, fecha en que miembros de las Asambleas Nacionales de toda la tierra, reunidos en una atmósfera de profunda reflexión y devoción, eligieron a nueve personas de entre los bahá’ís del mundo para ser miembros de dicha institución. A los ojos de los bahá’ís este evento, y con más razón la designación de Shoghi Effendi como Guardián de la Fe, son los dos acontecimientos más destacados de la Edad Formativa de la Fe. Incluso la forma en que tuvo lugar la elección fue digna de una institución descrita por ‘Abdu’l-Bahá como la fuente de todo bien. El procedimiento electoral bahá’í, basado en votaciones secretas, prohíbe toda forma de designación y candidaturas, hecho que permite las máximas garantías al elector, quien de esta forma se ve libre de las pugnas de poder tan propias de las elecciones políticas al uso. La elección de la Casa Universal de Justicia tiene lugar cada cinco años en el mismo ambiente de espiritualidad.

Aparte de la importancia institucional que reviste, el establecimiento de la Casa Universal de Justicia encarnaba la característica primordial que los bahá’ís consideran la esencia de su Fe: la unidad. No importa cuán sincera y entregada sea, la fe por sí sola no puede garantizar que la unidad de una comunidad religiosa perdure. El surgimiento de la Casa Universal de Justicia como autoridad orientadora en todos los asuntos de la comunidad fue resultado directo de que la Fe bahá’í se mantuviera unida en lo que para toda religión es una de las fases más críticas de su existencia: sus primeros cien años, un período de especial vulnerabilidad a los cismas. Poco después de su formación en 1963, la Casa Universal de Justicia escribía: La Alianza de Bahá’u’lláh sigue intacta, y su poder omnímodo, inviolado. El cauce de guía divina, con el que se proporciona flexibilidad en todos los asuntos de la humanidad, permanece abierto mediante esta institución fundada por Bahá’u’lláh y dotada por Él de autoridad suprema y guía infalible. Para los bahá’ís, la promesa enfática de Bahá’u’lláh ya se ha visto realizada: La Mano de la Omnipotencia ha establecido Su Revelación mediante unas bases duraderas. Las tormentas de la lucha humana carecen de poder para minar sus cimientos, como tampoco podrán las ilusas teorías de los hombres dañar su estructura.

Influir en el bienestar material y espiritual de la humanidad

En su calidad de vértice del orden administrativo bahá’í, la Casa Universal de Justicia protege el patrimonio espiritual que le ha sido legado mediante la promoción del logro de esas cualidades espirituales que deberían caracterizar la vida bahá’í individual y colectivamente; preservando los textos sagrados bahá’ís y salvaguardando su inviolabilidad; defendiendo y protegiendo a la comunidad bahá’í y emancipándola de las cadenas de la represión y la persecución»; preservando y desarrollando el centro espiritual y administrativo de la Fe bahá’í; y salvaguardando los derechos personales, la libertad y la iniciativa de las personas. También le ha sido encomendada la tarea de adaptar la Fe bahá’í a los requisitos de una sociedad progresiva, y en esa medida está capacitada para legislar en materias que no estén expresamente contempladas en los textos sagrados bahá’ís. La función legisladora queda explicada en sus líneas generales en una carta escrita en nombre de la Casa Universal de Justicia:

En las dispensaciones [religiosas] del pasado la tendencia humana ha llevado a desear una respuesta para cada cuestión, y a tratar de llegar a una decisión vinculante para cada pequeño detalle del credo o de la práctica. Desde la época del propio Bahá’u’lláh hasta la fecha, la tendencia ha sido la de clarificar los principios rectores, realizar sólo pronunciamientos en cuestiones de detalle que se consideren fundamentales, y dejar una zona amplia al arbitrio de la conciencia personal. La misma tendencia preside otros asuntos materiales.

Además de su responsabilidad en el crecimiento y desarrollo de la comunidad mundial bahá’í, la Casa Universal de Justicia se debe al consejo de Bahá’u’lláh según el cual debe ejercer una influencia positiva para el bienestar general de la humanidad. Está llamada por Él a promover la paz permanente entre las naciones del mundo a fin de que las gentes de la tierra puedan aligerarse la carga de gastos exorbitantes y queden liberadas de la aflicción del conflicto. También se la exhorta a que dé pasos para asegurar el aprendizaje de los pueblos, la construcción de las naciones, la protección del hombre y la salvaguarda de su honor. De acuerdo con las instrucciones de Bahá’u’lláh, la Casa Universal de Justicia ha emprendido con denuedo una campaña para la promoción de la paz y la estabilidad, y ha puesto en marcha una serie de iniciativas en el área de los derechos humanos, el avance de la mujer y el progreso social y económico. En 1985, en un mensaje titulado La promesa de la paz mundial, dirigido a los pueblos del mundo y entregado a la práctica totalidad de los jefes de estado de todo el planeta, la Casa Universal de Justicia resumía los requisitos esenciales para el establecimiento de la paz y prosperidad mundiales.

La sede de la Casa Universal de Justicia se encuentra en el Monte Carmelo (Haifa, Israel), muy cerca de los lugares donde reposan los restos del Báb y de Bahá’u’lláh. El emplazamiento de la sede fue escogido por Bahá’u’lláh en la Tabla del Carmelo, el texto fundacional sobre cuya autoridad se basa el establecimiento del Centro Mundial de la Fe bahá’í.