—Madrid, 18 de mayo de 2017—. El 22 de abril se celebró la Jornada XIV de la Asociación de Diálogo Interreligioso de Madrid (ADIM) con el fin de reflexionar sobre la contribución de la religión a la superación del fundamentalismo.
Una de las ideas resaltadas durante la jornada fue que combatir el fundamentalismo exige comprender las lógicas de la religión y reconocer la ausencia de contradicción interna entre los textos fundacionales de las diferentes tradiciones espirituales que han dado origen a los grandes sistemas religiosos de la humanidad.
El Prof. Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría” de la Universidad Carlos III de Madrid, inició la jornada con una reflexión sobre la naturaleza de los fundamentalismos y la necesidad del diálogo para superarlos. «El fundamentalismo se lleva todo aquello que quiere contribuir a la paz, la igualdad y la justicia social, sobre todo cuando va acompañado de violencia» advertía el teólogo «Hay otras formas de fundamentalismo de las que no se habla, tales como el político, el económico, el patriarcal, el etnocéntrico, el científico-técnico».
Como respuesta, el Dr. José Tamayo propuso la implementación de pedagogías alternativas, «ya que las pedagogías tradicionales con las que nos educaron llevaban de forma inherente dicho virus», y abogó por el diálogo como alternativa ante cualquier fundamentalismo, ya que, «sin diálogo el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan; por el contrario, el diálogo hace que canalicemos nuestra naturaleza esencialmente comunicativa, el diálogo es clave para la razón, el diálogo nos permite entender los textos e interpretarlos, el diálogo es la primera relación de la humanidad: la del Creador con el hombre».
Diversas tradiciones religiosas participaron en una mesa redonda interreligiosa —el budismo nichiren, Brahma Kumaris, la tradición cristiana y sufí, así como la comunidad bahá’í— en la que cada representante compartió sus reflexiones acerca del fundamentalismo: cómo surge, y los principios y mecanismos inherentes en la religión que impulsan a superarla.
La representante de la comunidad bahá’í, Doña Leila Sant, señaló que, por un lado, «la promoción de la investigación independiente de la verdad es un principio religioso que permite eludir el fundamentalismo, así como la filtración de las interpretaciones religiosas a través del tamiz de la ciencia y de la razón» y subrayó la importancia de «comprender la religión como un sistema de conocimiento y práctica, procedente de una misma fuente, aunque extremadamente diverso como resultado de las contingencias culturales, geográficas e históricas del tiempo y del espacio». Durante su intervención también señaló que «el reconocimiento de dicha unidad subyacente puede sentar las bases de una reorientación intelectual similar a acontecida en los casos de los prejuicios raciales y de género en el siglo XX para avanzar hacia la superación del prejuicio y el fundamentalismo religioso».
Por otro lado, se abordó la situación de opresión de la comunidad bahá’í en Irán como un ejemplo de resistencia y acción no violenta para el cambio social. «En situaciones de comodidad, eludir la violencia es relativamente sencillo», apuntaba la representante de la comunidad bahá’í, «sin embargo, ante situaciones de opresión, tal como la que viven los bahá’ís en Irán, se demuestra el verdadero talante y la capacidad de eludir la confrontación agresiva; la comunidad bahá’í ha logrado crear en circunstancias de opresión un modelo de resistencia denominado resiliencia constructiva que ha resultado ser bastante efectivo y que excluye el recurso a la violencia».
Otro mecanismo necesario para la superación del fundamentalismo que planteó la Srita. Sanz, fue la reconceptualización de la noción dominante de poder que existe actualmente, para incluir las capacidades liberadas a través de la acción colectiva, cooperativa y recíproca, en lugar de simplemente la capacidad de influir en los demás para lograr el interés propio y dominarles. «La comunidad bahá’í, entendiendo el poder de ese modo, ha desarrollado mecanismos colectivos para que, de forma natural, aquellos que pueden tener la inercia de querer imponer sus deseos sobre el resto, aquellos con tendencias fundamentalistas, se vayan relegando a un segundo plano y abandonen poco a poco esas actitudes».