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Opinión: Festividad de Naw-Rúz, año nuevo con una primavera nueva

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Los bahá’ís de España celebran el año nuevo con la primavera. — El día 21 de marzo la comunidad bahá’í de España está de fiesta. El año nuevo comienza con el equinoccio de primavera, ese momento tan especial que parece simbolizar la renovación de todo. Los árboles florecen, el sol comienza a brillar con mayor potencia, la naturaleza se llena de vigor.

Sin embargo, para los bahá’ís el significado del año nuevo –del Naw-Rúz, como lo denominan, conectando con tradiciones de otros pueblos– es más profundo que una simple renovación. Para ellos, el Naw-Rúz representa la renovación espiritual que ocurre cada quinientos o mil años mediante la aparición de un Gran Personaje Profético, tales como Buda, Moisés, Jesús o Muhammad.

Fue Bahá’u’lláh mismo, el Profeta fundador de la fe bahá’í, quien estableció esta festividad, legitimando religiosamente así una práctica que era y es común en Irán. No obstante, esta fiesta de año nuevo hoy día se celebra en todos los países del mundo, ya que la comunidad bahá’í ha llegado a ser una religión totalmente globalizada.

Sin embargo, a pesar del carácter festivo de esta celebración, los bahá’ís de España no cierran los ojos al desconcierto y malos entendidos que se está generado en torno a la religión. Al inicio del siglo XX, la religión parecía un fenómeno en extinción en las sociedades modernas. Además, se creía que todas las sociedades, antes o después, experimentarían un proceso de modernización acompañado de otro de secularización y racionalización. Los datos de la época que mostraban el declive de la participación en las religiones institucionalizadas en Europa principalmente y, en menor medida, en EEUU, parecían confirmar esta tendencia.

No obstante, el final del siglo XX y principios del siglo XXI parece mostrar un fenómeno diferente o, al menos, mucho más complejo del que se preveía. La religión comenzó a brotar con mucho vigor, generándose incluso revoluciones sociales de inspiración religiosa. El fundamentalismo de diferente signo volvió a brotar. Algunos decían que era simplemente el aleteo final de un ente a punto de morir. Pero también se constataron otros fenómenos. En las sociedades más secularizadas comienzan a brotar nuevos grupos religiosos. Algunas iglesias tradicionales se vigorizan, ya sea como resultado de las migraciones o de la decepción con las promesas de la sociedad del consumo. Se observa, además, a través de nuevos estudios sociológicos más sofisticados, que la mayoría de la población del mundo decía sentirse religiosa. Y todo esto por sorpresa, ya que la percepción dominante en Europa, en el imaginario colectivo, era que la religión desaparecía.

No es de extrañar, entonces, las serias dificultades que, ya sea la administración pública, los medios de comunicación u otros agentes sociales, tienen para lidiar con el fenómeno religioso que, no sólo no ha desparecido, sino que se ha transformado y, en cierto sentido, está cobrando algo de fuerza.

En esta tesitura, la cuestión de la tolerancia, de la convivencia pacífica en España y del papel de la religión en dar respuesta a algunos desafíos muy poco comprendidos, se torna apremiante. El desafío, además, afecta a todos. ¿Es posible entender los problemas relacionados con fenómenos religiosos desde posturas que rechazan o, como mucho, toleran con reticencia la religión? ¿Pueden las religiones unirse –haciendo honor al significado del concepto con que se describen, religare, volver a unir–, superando prejuicios anquilosados para, más allá de establecer un diálogo interreligioso abstracto, enfocarse en dar respuesta concertada a los problemas reales de hoy?

Tener un debate público serio, entre diferentes actores de la sociedad que incluya a las religiones, y que, trascendiendo los intereses particulares, busque senderos que conduzcan hacia el bienestar común y la convivencia pacífica, parece crucial.

El Naw-Rúz quizá sea un buen punto de partida para comenzar a pensar sobre esto. Aunque parezca una contradicción, el fanatismo religioso, y esta es una de las premisas que quienes celebran este año nuevo sostienen, sólo puede superarse tomándose en serio el papel que puede jugar la religión. ¿Cómo? Tendremos que descubrirlo entre todos, pero la premisa contraria –la de que ha de solucionarse desde posturas estrictamente seculares, circunscribiendo la religión a lo privado– parece haber sido desmentida por los hechos.

Sergio García, Director de la Oficina de Asuntos Públicos de la Comunidad Bahá’í de España