—Madrid, 08 de noviembre de 2024—. La reciente DANA que afectó a Valencia ha dejado un panorama desolador, causando pérdida de vidas y daños materiales que han conmovido profundamente al país. Sin embargo, esta crisis también ha dado lugar a una extraordinaria muestra de solidaridad, revelando la capacidad humana para unirse y actuar colectivamente en momentos difíciles. En un contexto social marcado frecuentemente por el individualismo, esta movilización recuerda la interdependencia esencial de la sociedad y el poder de la cooperación. Desde iniciativas locales hasta el papel activo de organizaciones y entidades religiosas, cada acción solidaria pone en evidencia la resiliencia colectiva y los valores humanos que impulsan el progreso y fortalecen los lazos sociales.
La reciente DANA que azotó Valencia ha dejado tras de sí un panorama de devastación, afectando a miles de personas y causando la trágica pérdida de vidas humanas, además de profundos daños materiales y emocionales. Este evento ha desatado una oleada de solidaridad en toda España, reflejando algo aún más profundo y revelador: la capacidad intrínseca de la humanidad para unirse, empatizar y actuar colectivamente en momentos de crisis.
Poder de la colaboración
Pese a que hoy en día muchos expertos señalan que vivimos en una sociedad marcada por el individualismo y la búsqueda del éxito personal, las crisis nos recuerdan que el impulso de ayudar al prójimo es una respuesta profundamente humana.
‘Abdu’l-Bahá en unas de sus cartas a los primeros creyentes bahá’ís declaró: “…cuando atravieses las regiones del mundo, llegarás a la conclusión de que todo progreso es el resultado de la asociación y la cooperación, mientras que la ruina es el producto de la animosidad y el odio”. Este pensamiento nos invita a reflexionar sobre cómo la interconexión, la colaboración y la unidad entre los seres humanos subyace en nuestra naturaleza y son esenciales para el progreso y la resiliencia de nuestras sociedades.
A lo largo de los últimos días, las acciones solidarias que han surgido en respuesta a la DANA son un testimonio vivo del poder de la cooperación. Miles de individuos se han movilizado para prestar apoyo inmediato en las zonas afectadas; múltiples organizaciones están donando materiales, espacios y otro tipo de recursos; las instituciones están coordinando esfuerzos para asegurar que toda ayuda llegue a los lugares más necesitados. Este tipo de colaboración es un reflejo incipiente de lo que la Fe bahá’í describe como el rol activo e interdependiente de los individuos, las comunidades y las instituciones, quienes juntos deben crear sistemas capaces de hacer frente a los desafíos más complejos.
Religiones, actores socialmente comprometidos
Las instituciones religiosas están profundamente comprometidas con el servicio y la responsabilidad social, elementos que definen su misión. Su rol en situaciones de gran necesidad no se limita al apoyo espiritual, sino que también implica una rápida movilización de recursos y personas dentro de sus comunidades, reflejando su experiencia en la realización de diversas iniciativas de acción social.
Un ejemplo de esta iniciativa de colaboración ha sido la llamada del Consejo de Gobierno de los bahá’ís de España a todos los creyentes para organizar espacios de oración en todo el país, contribuir con campañas de recogida de materiales y poner al servicio de las instituciones del gobierno regional de Valencia, las instalaciones del Centro de Estudios Bahá’ís en Llíria, con capacidad para brindar albergue hasta 140 personas.
“Desde el pasado domingo 3 de noviembre, hemos comenzado a recibir a distintos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado provenientes de diferentes zonas como Alcanar (Tarragona), Cáceres, Prat de Llobregat (Barcelona), El Ejido (Almería), Villarejos de Salvanés y Los Molinos (Madrid), Illescas (Toledo), Alcaudete y Martos (Jaén), Ertzaintza (País Vasco), Barcelona, Torrevieja (Alicante) y Canarias”, menciona Shabnam responsable de la administración del Centro de Estudios Bahá’ís.
“Esta acción solo ha sido posible gracias a una coordinación fluida entre diferentes instituciones, comunidades locales y vecinos de Llíria. Cada día nos coordinamos con el puesto avanzado en Paiporta, quien organiza al personal voluntario que requiere alojamiento y los deriva a nuestro centro. El Ayuntamiento de Llíria contribuye con los desayunos, canalizando las donaciones generosas de los vecinos, quienes están pendientes de las necesidades. Por ejemplo, el lunes nos faltaba fruta y la asociación de músicos del pueblo llegó por la noche con dos cestas de fruta fresca. Desde la Generalitat Valenciana se proveen las cenas, así como el apoyo con los servicios de limpieza, pues cada día debemos limpiar los uniformes y materiales que usa el personal” añade Shabnam.
Este esfuerzo conjunto revela que cuando la sociedad actúa como un “organismo vivo”, el dolor de una parte puede ser atendido con el apoyo del todo, permitiendo una respuesta eficaz y humana ante la adversidad.
Papel crucial de la juventud
En este contexto, no podemos olvidar el papel crucial que están desempeñando los jóvenes. A menudo etiquetados como “frágiles o desmotivados”, están demostrando todo lo contrario. Podemos ver a cientos de jóvenes desconocidos trabajando en una misma calle, colaborando, organizándose y ayudando en cada rincón de los pueblos afectados. Su deseo de contribuir al bienestar colectivo se expresa en una combinación admirable de resistencia, trabajo en equipo, solidaridad y entusiasmo. Para liberar su capacidad latente, hay que considerar a los jóvenes como protagonistas e impulsores del cambio social y no simplemente como una parte interesada más a la que hay que consultar o recurrir ocasionalmente.
En cada acto de solidaridad resplandecen valores humanos esenciales: la pureza de intención, el altruismo y una genuina voluntad de servicio. Estos valores, además de aliviar el sufrimiento inmediato, son herramientas poderosas para el desarrollo que deberían trascender los tiempos de crisis.