La historia de la humanidad se puede analizar desde diferentes perspectivas complementarias. Por un lado, la humanidad, mediante un proceso de evolución colectiva, ha ido avanzando desde niveles organizativos más sencillos hacia unidades más complejas. En este sentido, la formación de la familia, el clan, la tribu, la ciudad-estado y el estado-nación representan diferentes etapas de ese proceso. En esta época, la especie humana, como una sola familia, tiene la oportunidad de dar un salto evolutivo más a fin de establecer la unidad de la humanidad.
Por otro lado, esta evolución puede verse también desde la analogía de un ser humano que está pasando por un proceso de maduración. Al igual que una persona avanza desde la niñez hasta la edad adulta atravesando diferentes etapas, la humanidad como un todo también parece comportarse así. De este modo, ciertos hábitos nocivos como la competición desenfrenada, la búsqueda egoísta del interés personal y nacional o el apego excesivo a los placeres materiales se corresponden con etapas de la niñez que ya no satisfacen los requisitos de la madurez. La sociedad actual, por tanto, se debate entre la niñez y la edad adulta, manifestando algunas características propias de un adolescente. El cuerpo del adolescente (en nuestro caso la ciencia, la tecnología, la riqueza material) ha crecido; sin embargo, los poderes para manejar este cuerpo todavía no están al mismo nivel, produciendo ciertos problemas transitorios pero dolorosos, tales como la distribución desigual de la riqueza.
Por último, la sociedad actual, tanto en España como en el mundo, parece estar experimentando dos procesos paralelos que se refuerzan mutuamente y que impulsan a la humanidad hacia un nuevo orden internacional: uno de desintegración y otro de integración. Las manifestaciones del primer proceso son visibles para todos: la incapacidad de los Estados para manejar tanto los asuntos internos como los problemas internacionales, la expansión de la corrupción, la descomposición de la vida familiar, la disolución de los lazos que generaban cohesión social, la proliferación de la violencia, el incremento del fundamentalismo, la disolución de los sistemas morales del pasado sin un reemplazo viable, la crisis económica y medioambiental…
Los signos del segundo proceso también son evidentes, aunque debido a la menor atención mediática que reciben, hay veces que no se perciben. La aparición de organismos internacionales, la expansión de movimientos por los derechos humanos y por la emancipación de la mujer, el incremento de la conciencia ecológica, la mayor solidaridad con causas ajenas al país propio, la universalización de la educación en pocas décadas, al aumento del número de organizaciones no gubernamentales para el desarrollo y los tremendos avances científicos y tecnológicos son solo unos pocos ejemplos de este proceso de integración.
El primer proceso tiene como propósito romper las barreras que impiden establecer una sociedad global justa, pacífica, unificada, que respete la diversidad y cuyos arreglos económicos, políticos, sociales y espirituales beneficien a la mayoría. El segundo consiste en los esfuerzos que múltiples personas y organizaciones ejercen por hacer avanzar la sociedad hacia tal fin. Los bahá’ís de España se ven a sí mismos como un grupo que trabaja dentro de este proceso de integración que intenta hacer avanzar a la sociedad hacia la visión de Bahá’u’lláh de un mundo articulado a la luz de la analogía del cuerpo humano. También consideran que la aparición este nuevo Mensajero de Dios en Irán en el siglo XIX, cumpliendo las promesas de Dios atesoradas en las tradiciones religiosas del pasado, es el origen de estas fuerzas que están azotando al mundo y que tienen a la humanidad, y a España, en tal encrucijada.
Dentro de esta visión esperanzadora (aunque realista) de la situación actual y de sus posibilidades, la pregunta que surge es: ¿cómo contribuir significativamente a los procesos de integración? A continuación se intentará dar respuesta a esta pregunta, explorando algunas áreas de actividad y aprendizaje en las que la comunidad bahá’í de España está embarcada. En particular, en esta sección se describirán los esfuerzos por establecer un patrón de vida comunitaria en barrios y ciudades, y los programas y estructuras que lo sostienen, basados en la unidad, la justicia, la reciprocidad, el aprendizaje, el empoderamiento individual y colectivo y la sostenibilidad. En la siguiente sección se presentarán otras esferas de actividad relacionadas con las dimensiones económicas y sociales, por un lado, y con el discurso público y el pensamiento social, por el otro.