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Ciudades, tecnología y felicidad: una mirada al futuro

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—Madrid, 22 de abril de 2019—. La conferencia de la Cátedra Bahá’í para la Paz Mundial reunió, en la Universidad de Maryland, a destacados académicos y profesionales de diversas disciplinas para comprender mejor la dinámica de la vida urbana.

Carrie Exton, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

«En El secreto de la civilización divina, ‘Abdu’l-Bahá utiliza repetidamente la palabra felicidad para señalar cómo los líderes deben desarrollar estructuras políticas, económicas, sociales y culturales que promuevan el bienestar espiritual, material y físico de sus ciudadanos, de quienes son responsables», explica Hoda Mahmoudi, la actual titular de la Cátedra Bahá’í para la Paz Mundial en la Universidad de Maryland, College Park.

«Nuestro evento más reciente puso de manifiesto la importancia de la felicidad en todos los aspectos del desarrollo humano y ofreció resultados basados en pruebas con respecto a los numerosos factores que ayudan a promover la felicidad de las personas y de la sociedad».

La conferencia de la Cátedra Bahá’í, celebrada los días 4 y 5 de abril, reunió a destacados académicos y profesionales de diversas disciplinas para comprender mejor la dinámica de la vida urbana. Más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas y según las previsiones de las Naciones Unidas esta proporción alcanzará más de dos tercios para 2050. Preocupados por las implicaciones de esta tendencia, los ponentes exploraron cómo afecta al futuro de la humanidad la infraestructura urbana, desde sus elementos físicos como los edificios, las carreteras o las líneas del tendido eléctrico, hasta los intangibles, como el apoyo social, las organizaciones comunitarias o la espiritualidad.

Uno de los temas explorados por los conferenciantes fue si la felicidad se puede medir y, de ser así, cómo.

En sus declaraciones a los asistentes a la conferencia, la Dra. Mahmoudi propuso que el concepto de felicidad no es simplemente un objetivo individualista o un objetivo personal, sino un enriquecimiento colectivo indicado por una mayor equidad, inclusión, acceso, salud, seguridad y bienestar general. En las charlas posteriores se examinaron varias dimensiones de esta concepción más amplia de la felicidad.

Por ejemplo, Carrie Exton, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sostuvo que los investigadores y periodistas interesados en medir la prosperidad de las sociedades se centran excesivamente en el producto interior bruto, una medida de la producción económica de un país, en lugar de en los indicadores de la felicidad y el bienestar. El trabajo de la Dra. Exton en la OCDE ha consistido en supervisar la felicidad y el progreso en los 36 países miembros como una forma de determinar el bienestar social.

Carol Ryff, directora del Instituto sobre el Envejecimiento y profesora de psicología en la Universidad de Wisconsin-Madison, dirige un importante estudio longitudinal sobre salud y bienestar en el que estudia a 12.000 personas en Estados Unidos. En sus comentarios, la Dra. Ryff señaló el impacto de las grandes desigualdades en la sociedad estadounidense actual, argumentando que se debe prestar mayor atención a este asunto urgente. «Cualquier visión de (la relación entre) infraestructura y felicidad debe enfrentarse con la desigualdad en sus múltiples formas. Debemos ocuparnos del acceso diferencial a una vivienda de calidad, escuelas, empleos, alimentos, vecindarios y espacios verdes».

Houssam Elokda, director de operaciones y jefe de urbanismo de la compañía Happy City con sede en Vancouver.

Houssam Elokda, director de operaciones y jefe de urbanismo de la compañía Happy City con sede en Vancouver, se centró en cómo las desigualdades urbanas pueden reforzarse con la infraestructura de transporte de la ciudad. «Cuando conducir un automóvil es el único modo de desplazamiento —la única opción para acceder a todas las oportunidades (de una ciudad)—, entonces se les está diciendo a los que no conducen, quizá porque sean demasiado pobres o demasiado jóvenes o demasiado viejos o porque tengan alguna discapacidad, que esta ciudad no es para ellos, que no están destinados a acceder a estas oportunidades».

Houssam Elokda también explicó que la investigación confirma que los desplazamientos caminando o en bicicleta conducen a una mayor felicidad que los desplazamientos en automóvil. Sin embargo, para que esto sea posible, las ciudades deben invertir para que estos medios de transporte sean más seguros y accesibles para todos los residentes, por ejemplo, construyendo aceras, cruces peatonales, carriles para bicicletas y otra infraestructura pertinente adecuada.

También se ha demostrado que las ciudades, en parte debido a su infraestructura, pueden restringir o facilitar la participación de los residentes en los procesos de toma de decisiones en su comunidad. Esto puede ocurrir, por ejemplo, a través de infraestructura blanda, como leyes, normas y costumbres, explicó Lok Sang Ho, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Chu Hai de Hong Kong. «Tenemos que pensar en cómo mejorar nuestro patrimonio cultural y nuestras instituciones para que puedan ser inclusivas y positivas en el cultivo de los valores del amor, la fortaleza y el compromiso, de modo que todos podamos acumular el capital espiritual que nos une».

El papel de la tecnología en las ciudades también ocupó un lugar destacado en la conferencia. Por ejemplo, los oradores exploraron cómo, a medida que las ciudades se llenan con más tecnologías digitales ―desde internet inalámbrico hasta automóviles autoconducidos y la presencia generalizada de cámaras de vigilancia― será importante pensar críticamente sobre los valores que subyacen a estas tecnologías y si promueven o restringen la capacidad de acción de las personas. «En realidad, se puede codificar valores en la forma en que se diseña la tecnología», señaló Ricardo Álvarez, investigador del Senseable City Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts. «Esto es importante porque cuando se observan los sistemas a gran escala que estamos construyendo, en realidad nos corresponde a nosotros como sociedad enmarcar los condicionantes y los límites de una tecnología».

La conferencia contribuyó a resaltar la naturaleza interdisciplinaria de las cuestiones a las que se enfrentan las ciudades hoy. Al reflexionar sobre la interconexión del planeta, el Dr. Mahmoudi comentó más tarde que los cambios revolucionarios que afectan a la sociedad deben verse desde la perspectiva de la unidad de la humanidad. «Este principio vital «se aplica no solo a la persona», sino que se refiere primordialmente a «la naturaleza de las relaciones esenciales que deben vincular a todos los Estados y naciones como miembros de una sola familia humana. (…) Implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual»», dijo Mahmoudi, basándose en un conocido escrito de Shoghi Effendi.