Ser bahá’í
Un bahá’í es aquella persona que reconoce a Bahá’u’lláh como el Revelador de la voluntad divina para esta época y cree que Sus enseñanzas son el remedio para las necesidades de la era en que vivimos. Al mismo tiempo, un bahá’í estima y reconoce la divinidad de todas las otras grandes religiones del mundo.
La igualdad entre el hombre y la mujer, el aprecio por la vida familiar, la justicia social, el servicio, la educación de los niños y el empoderamiento de los prejóvenes, así como el esfuerzo por desarrollarse espiritual e intelectualmente para contribuir al establecimiento de la unidad de la humanidad, son otros aspectos esenciales de una vida bahá’í.
«Ser un bahá’í significa, sencillamente, amar a todo el mundo; amar a la humanidad y tratar de servirla; trabajar por la paz y la hermandad universal».
Bahá’u’lláh señala que la humanidad está entrando en su fase de madurez, lo cual implica que cada persona goce de más libertades pero al mismo tiempo asuma mayores responsabilidades por el bienestar de su comunidad y, en última instancia, de toda la humanidad.
La oración y la meditación
En las enseñanzas bahá’ís se menciona que existe un propósito individual y otro colectivo para la existencia. En el plano colectivo, el propósito de la vida es hacer avanzar una civilización en continuo progreso. En el plano individual, Bahá’u’lláh, fundador de la Fe bahá’í, menciona que el ser humano ha sido creado para conocer y adorar a Dios y para servir al propósito colectivo de la existencia. Por tanto, las prácticas que aparecen en esta sección cobran mayor sentido cuando se analizan dentro de este contexto más elevado del propósito de la existencia.
Para asegurar su propio desarrollo espiritual y acercarse a Dios, cada bahá´í ora diariamente y estudia los Textos Sagrados. Al igual que el alimento físico nutre el cuerpo, la oración, la lectura de los Escritos Sagrados y la meditación sobre ellos se consideran prácticas necesarias para nutrir el alma o el espíritu humano.
«Entona, oh Mi siervo, los versos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas por su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. Así han sido decretados los misterios de la Revelación de Dios, en virtud de la Voluntad de Aquel que es la Fuente de poder y sabiduría».
Bahá’u’lláh
«…El hombre llega a ser como una piedra, a no ser que suplique continuamente a Dios. El corazón del hombre es como un espejo cubierto de polvo y, para abrillantarlo, hay que orar…El acto de la súplica es el pulimento que elimina todos los deseos mundanos..»
‘Abdu’l-Bahá
El Báb (precursor mártir de Bahá’u’lláh) y Bahá’u’lláh revelaron una copiosa cantidad de oraciones para distintas situaciones de la vida: la curación, el crecimiento espiritual, el matrimonio, la generosidad, la protección, la educación de los niños, la unidad, o la protección durante las pruebas. Algunas de estas oraciones se recitan en ocasiones especiales, como entierros y conmemoraciones, otras se recitan bajo la convicción de que tienen mayor poder, como la Tabla de Ahmad o la Tabla de Fuego, y algunas son obligatorias y se recitan diariamente.
«Adora a Dios de modo tal que si tu adoración te llevara al fuego no se produjera alteración en tu adoración, y otro tanto si tu recompensa fuese el paraíso. Así y sólo así debería ser el culto que conviene al Verdadero Dios. Si Le adorases a Él por causa del temor, ello sería impropio de la santificada Corte de Su presencia, y no sería visto como un acto tuyo dedicado a la Unicidad de Su Ser. O si tu mirada estuviera puesta en el paraíso, y Le adorases mientras albergabas tal esperanza, habrías convertido a la creación de Dios en partícipe Suyo, y ello por más que el paraíso es deseado por los hombres.
Tanto el fuego como el paraíso se inclinan y prosternan ante Dios. Lo que es digno de Su Esencia es adorarle por amor a Él, sin temor al fuego, ni esperanza del paraíso».
El Báb
Los bahá’ís, así, además de orar cuando lo consideran oportuno y de meditar sobre los textos sagrados por la mañana y por la noche, realizan una oración obligatoria diaria especial. Pueden seleccionar una de tres oraciones de distinta longitud, con las especificaciones que se enuncian para cada una de ellas. La oración obligatoria corta describe la relación entre Dios y el ser humano:
«Soy testigo, oh mi Dios, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte. Soy testigo, en este momento, de mi impotencia y de Tu poder, de mi pobreza y de Tu riqueza. No hay otro Dios sino Tú, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo».
Bahá’u’lláh
Además de la oración obligatoria, los bahá’ís leen diariamente de los textos sagrados en espíritu de meditación, procurando desprenderse de las cosas materiales. De esta forma, el ser humano se abre ante Dios y su inspiración. Cada persona es libre de elegir la forma o técnica en la que desea meditar. Incluso la lectura de un solo verso en un espíritu de meditación puede cumplir este propósito:
«Leed los versículos sagrados en tal medida que no os embargue el desánimo ni la fatiga».
«No carguéis vuestras almas con lo que las canse o las abrume, sino más bien con lo que las aligere y eleve, para que puedan remontarse en alas de los versículos divinos hasta el Punto de Amanecer de Sus signos manifiestos; esto os acercará más a Dios, ojalá lo comprendierais».
Bahá’u’’lláh
«La oración y la meditación son factores muy importantes para la profundización de la vida espiritual de cada persona, pero han de ir acompañadas también de la acción y del ejemplo, puesto que éstos son los resultados palpables de aquéllas. Todas ellas son esenciales».
Shoghi Effendi
El ayuno
En todas las religiones, el ayuno ha sido considerada una práctica fundamental para el desarrollo espiritual, para el fortalecimiento del carácter, para el control de los deseos y para la sensibilización con quienes experimentan dificultades. Durante el último mes del calendario bahá’í, los bahá’ís ayunan desde la salida hasta la puesta del sol. El ayuno bahá’í implica la abstinencia de cualquier tipo de comida o bebida durante el día. Sin embargo, el ayuno tiene, sobre todo, un significado espiritual en el cual uno se desprende de los deseos y pensamientos materialistas y busca un acercamiento a Dios.
«Verdaderamente, afirmo que el ayuno es el remedio supremo y la más grande curación para la enfermedad del egoísmo y la pasión».
Bahá’u’lláh
«El ayuno es causa del despertar en el hombre. El corazón se torna tierno, y la espiritualidad del hombre aumenta».
‘Abdu’l-Bahá.
«El ayuno es esencialmente un período de meditación y oración, de recuperación espiritual, durante el cual el creyente debe tratar de efectuar en su vida interior los reajustes necesarios, y refrescar y robustecer las fuerzas espirituales latentes en su alma. Su significado y propósito son, por tanto, fundamentalmente de carácter espiritual. El ayuno tiene carácter simbólico, y es un recordatorio de la abstinencia de deseos carnales y egoístas».
Shoghi Effendi
La peregrinación
Tal como aparece en los escritos de Bahá’u’lláh, cada bahá’í debe procurar, si tiene medios suficientes, realizar un viaje de peregrinación a los lugares sagrados de su Fe. Hoy día, la peregrinación se hace a Haifa y Akka (Israel), donde se encuentra el centro administrativo y espiritual de los bahá’ís. Bahá’u’lláh está enterrado en Bahjí, situado en la emblemática e histórica ciudad de San Juan de Acre (Akka). Los restos del Báb, en cambio, se encuentran en el centro de unas hermosas terrazas sobre el Monte Carmelo, montaña considerada sagrada por varios grupos religiosos. Allí también se encuentra la sede de la Casa Universal de Justicia, organismo supremo para los bahá’ís que Bahá’u’lláh mismo instituyó en sus Escritos. Los bahá’ís se refieren a Israel como Tierra Santa, por ser territorio que pisaron muchos Profetas del pasado. No obstante, para los bahá’ís es especialmente sagrada debido a que Bahá’u’lláh pasó sus últimos años como prisionero en ese lugar.
Un viaje de peregrinación dura nueve días, aunque también se hacen visitas de tres días, y durante este periodo los peregrinos provenientes de todo el mundo se conectan con los orígenes y el desarrollo de su Fe a través de la comunión con Dios en sitios históricos. Durante esos días se inspiran espiritualmente y tienen la oportunidad de orar y meditar en los Santuarios donde están enterradas las Figuras centrales de la Fe bahá’í.