La labor que realizan los bahá’ís está inspirada por una visión alternativa tanto del orden social, de sus estructuras, instituciones y procesos, como de las características fundamentales que han de distinguir a las personas.
En el plano individual, y a pesar de reconocer los impulsos que todo ser humano comparte con los animales como resultado del proceso de evolución biológica, se considera a las personas «como una mina, rica en gemas de valor inestimable. Solamente la educación puede hacerle revelar sus tesoros y permitir a la humanidad beneficiarse de estos».
Avanzar hacia un nuevo orden mundial
En el plano colectivo, los bahá’ís fijan la mirada en la posibilidad de que la humanidad avance hacia un nuevo orden mundial y logre hacer realidad una civilización mundial, cuyo contorno apenas se puede vislumbrar, caracterizada por la justicia social, la paz y la prosperidad, donde las relaciones esenciales entre individuos, comunidades e instituciones estén basadas en la cooperación y la reciprocidad, y donde la soberanía nacional ilimitada se reduzca para alumbrar una federación mundial de Estados en la que sus estructuras globales, a pesar de ser los árbitros últimos de las relaciones internacionales, tendrían como uno de sus cometidos salvaguardar la integridad de las unidades nacionales, por mencionar simplemente algunos de sus rasgos.
Los bahá’ís, además, conectan esta visión de futuro con las promesas de las religiones del pasado, religiones que son concebidas como diferentes etapas de un mismo proceso de Revelación religiosa. En esas tradiciones religiosas, se cantaban odas y alabanzas previendo un futuro de paz en el que la humanidad, reconciliando sus diferencias, podría vivir por fin en armonía y plena felicidad. Esta conexión permite que personas de diferentes orígenes puedan encontrar inspiración por igual en los Escritos de Bahá’u’lláh para trabajar por esa nueva sociedad.
Transformar la realidad social mediante las enseñanzas bahá’ís y el conocimiento científico
Los bahá’ís no sólo se deleitan pensando acerca de estas posibilidades futuras, anhelando su proximidad con añoranza. Todo lo contrario, las enseñanzas de Su fundador se consideran la carta de navegación para poder construir ese nuevo mundo. Y a su vez, las instituciones de su fe guían este proceso a través de planes sucesivos. Aquí radica el corazón del proceso de aprendizaje en el que está inmersa la Comunidad bahá’í: aprender a trasladar a la realidad social las enseñanzas de Bahá’u’lláh, utilizando la guía de sus instituciones y el conocimiento científico, y así hacer cristalizar esa visión gloriosa encerrada en los escritos sagrados de las grandes tradiciones religiosas del mundo. La identidad de la comunidad bahá’í, y de los amigos y organizaciones con quienes colaboran, por tanto, está fuertemente marcada por este compromiso con la sociedad.
Hacer realidad esta visión no es algo sencillo. Exige niveles de participación inusitados. En cierto modo, aunque la comunidad bahá’í trabaje explícitamente por ello, se reconoce que la humanidad ha de ser la protagonista de esta transformación. Además, esta transformación no busca solo transformar a los individuos, como han hecho otros grupos que querían cambiar el mundo, ni tampoco pretende reemplazar simplemente las leyes y las estructuras de poder por otras desde las que imponer una visión alternativa.
Se requiere la acción simultánea en dos niveles, en el de las estructuras de la sociedad y en el de los individuos. Tal como se ha venido diciendo, tanto los individuos, como las comunidades y las instituciones, así como sus relaciones, han de experimentar una profunda transformación. Y el conocimiento que se requiere para ello se ha de generar en la acción, en los esfuerzos por transformar a esos tres actores y a sus relaciones.