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Reacción a la reunión con una bahá’í expone la verdad sobre Irán

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19 de Mayo del 2016, Nueva York—Una tormenta de denuncias furiosas, en reacción a una simple reunión entre dos amigas en una casa privada, ha expuesto dramáticamente la doble moral de las autoridades iraníes que han afirmado repetidamente que el trato hacia los bahá’ís no está motivada por prejuicios religiosos.

Los 7 Yaran

Foto de los siete líderes bahá’ís encarcelados; a la izquierda Fariba Kamalabadi.

El encuentro que ha generado la polémica fue la visita de la Sra. Faezeh Hashemi, hija del ex Presidente de Irán Akbar Hashemi Rafsanjani, en la casa de Fariba Kamalabadi, una de los siete líderes bahá’ís, conocidos por los Yarán, que han estado en prisión desde 2008.

Decenas de clérigos y políticos se levantaron para denunciar a la Sra. Hashemi, con un Ayatolá incluso pidiendo su enjuiciamiento por su encuentro con un bahá’í. Otra figura de alto rango calificó las «relaciones amistosas» con bahá’ís de «traición contra el Islam y la revolución». «Confraternizar con los bahá’ís y la amistad con ellos está en contra de las enseñanzas del Islam», dijo el ayatolá, mientras que otro describió a los bahá’ís como «desviados» que deben ser «aislados» y aseguró que reunirse con un bahá’í es en sí mismo «una desviación religiosa absoluta». El jefe del poder judicial, así como su primer diputado, han confirmado la posibilidad de enjuiciar a la Sra. Hashemi, algo que ha sido específicamente solicitado por muchos clérigos como una lección para el resto de la sociedad.

En Nueva York, Bani Dugal, la principal representante de la Comunidad Internacional Bahá’í ante las Naciones Unidas, dijo: «lo que sorprende es la crispación, la escala y el alto perfil de la reacción del régimen. Las declaraciones constantes y múltiples, desde los Ayatolás, considerados un ejemplo a seguir por la sociedad, hasta otras importantes personalidades religiosas y políticas, así como los órganos ejecutivos del gobierno, han demostrado, más allá de la sombra de toda duda, que es prejuicio religioso lo que motiva el trato hacia los bahá’ís. De esta manera, esta reacción colectiva ha puesto al descubierto las mentiras de los representantes del gobierno iraní en los foros internacionales de derechos humanos y ha contradicho claramente sus reivindicaciones». La Sra. Dugal agregó: «Que este sea un hecho de absoluta claridad para todo el mundo; imagínense lo que es ser un bahá’í en Irán cuando incluso los que te visitan en tu casa son condenados públicamente de esta manera y están amenazados de procesamiento».

La reunión entre las dos mujeres se produjo durante un período de cinco días cuando a la Sra. Kamalabadi se le permitió salir de prisión antes de regresar para completar su condena de diez años.

La Sra. Hashemi, quien también fue miembro del Parlamento iraní, pasó seis meses en la misma prisión como la Sra. Kamalabadi en 2012 tras ser declarada culpable de «difundir propaganda contra el sistema». Las mujeres, que no se habían visto desde la liberación de la Sra. Hashemi, volvieron a disfrutar de una amistad que se había forjado en la cárcel.

«A pesar del furor de la crítica que ha recibido este gesto humanitario, una simple reunión entre dos ciudadanos, también ha habido innumerables personas sin miedo, activistas de derechos humanos, periodistas, académicos y ciudadanos, que han defendido el derecho de los bahá’ís a tener relaciones humanas normales en su propio país» dijo la Sra. Dugal. «Pero esperamos que más voces se eleven para que los esfuerzos dirigidos hacia el aislamiento sistemático y denigración de la comunidad bahá’í en Irán no tengan éxito».

La Sra. Dugal añadió: «las extraordinarias amenazas y la condena expresada por muchos clérigos y autoridades contrastan con las valientes declaraciones y acciones en los últimos años por parte de varias altas figuras clericales y de pensadores en Irán, que han pretendido fortalecer la convivencia, la tolerancia y la igualdad entre todos los ciudadanos. Esperamos que la voz de la conciencia lleve a el resto de los clérigos a poner fin a su silencio y a mostrar que la verdadera religión no puede tolerar el apartheid, el distanciamiento y el odio frío».