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Centenares de personas celebran en España remarcadas celebraciones bahá’ís

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MADRID (Oficina de Asuntos Públicos)  El 28 de noviembre de 1921 ‘Abdu’l-Bahá falleció tras décadas de intensa labor persiguiendo la meta de la unidad mundial que Su Padre proclamó. Más de 10.000 personas de todos los orígenes religiosos y étnicos acudieron entonces a su funeral en la ciudad de Haifa (Israel). Hoy, 93 años después, centenares de personas que trabajan alineadas con esta visión en España, se unen a otros varios millones en la conmemoración de este Día tan especial. ‘Abdu’l-Bahá, quien los bahá’ís consideran un ejemplo a seguir por la humildad, el amor y el sacrificio con los que ayudaba a cualquier persona con la que se encontrara, fue también el único intérprete que Bahá’u’lláh –fundador de la fe bahá’í– autorizó para sus Escritos y a quien designó para coordinar los asuntos de esta fe a nivel global. Es por ello que, por ejemplo, ayer noche la comunidad bahá’í de Madrid se reunió en su centro nacional en la calle Matías Turrión para conmemorar su fallecimiento.

El mes de noviembre tiene marcadas en el Calendario bahá’í otras dos fechas muy especiales. Bahá’u’lláh nació el 12 de noviembre de 1817 en el seno de una familia noble en Teherán (actual Irán). Este histórico evento es recordado anualmente en celebraciones en ciudades de todo el mundo. Si bien dichas celebraciones no siguen ningún ritual específico, generalmente pueden incluir un periodo de recogimiento espiritual mediante la lectura de textos y oraciones escritas por Bahá’u’lláh; un breve recordatorio de su vida y obra en forma de narraciones o lecturas; presentaciones artísticas, y un tiempo de socialización y comida. Decenas de localidades han conmemorado este 197 aniversario en nuestro país: más de 230 personas de diversas creencias acudieron a la celebración en Zaragoza, así como en Madrid, Barcelona, o Alicante por mencionar algunas.

En tercer lugar, el 26 de noviembre se celebra uno de los elementos más importantes de la Fe bahá’í: la denominada Alianza. En un gesto sin precedentes en la historia de la religión, Bahá’u’lláh antes de fallecer nombró a su hijo mayor ‘Abdu’l-Bahá como único intérprete de Sus Escritos, y la persona hacia quien la comunidad mundial bahá’í debía volverse. Él mismo dejó igualmente tras su muerte a Shoghi Effendi y a la institución de la Casa Universal de Justicia como cabezas de la Fe bahá’í. Mediante esta Alianza entre una comunidad religiosa y Su Fundador, se preserva intacto algo tan valioso como la unidad de una comunidad mundial, evitando así sesgos sectarios o importantes diferencias de opinión que, debido a tergiversadas interpretaciones humanas, han dado lugar en el pasado a disputas y contiendas. La emergencia de esta festividad posee una candidez especial. Se remonta hasta al año 1912 en Nueva York, donde, tras toda una vida de exilios y encarcelamiento en el impero persa y otomano, ‘Abdu’l-Bahá se encontraba diseminando las enseñanzas de Su padre. La entonces pequeña comunidad bahá’í de ese país quiso celebrar el cumpleaños de su líder. Éste, sin embargo, debido a que la fecha de su nacimiento coincidía con otro día sagrado bahá’í –la declaración del Báb, la Puerta, el Heraldo de Bahá’u’lláh–, no aceptó tal invitación. En lugar de ello, les animó a que celebraran ese 26 noviembre la Alianza de Dios con la humanidad y de Bahá’u’lláh con sus seguidores, como símbolo de la importancia de la unidad de las razas, las clases, las etnias y, en definitiva, de toda la humanidad.

Al participar en estas celebraciones en las ciudades de España, uno se sorprende de cómo una religión surgida en Irán hace tan poco tiempo, en 1844, ha logrado arraigar con tanta solidez en una cultura totalmente diferente en la que emergió. Los bahá’ís ven en este fenómeno un símbolo de su universalidad.