Fortalecer la vida comunitaria

Un nuevo patrón de vida comunitaria

Tal como se señala en la sección «Conocimiento y transformación social», los bahá’ís de España, junto con amigos y vecinos, se esfuerzan mayoritariamente por establecer procesos de desarrollo comunitario en pueblos y barrios de ciudades. En estos contextos geográficos relativamente pequeños, personas y colectivos de todos los orígenes aprenden a trabajar en equipo para mejorar la vida espiritual, económica y social de su entorno.

Este proceso, al que a veces los bahá’ís se refieren como «construcción de comunidad», se inicia con una serie de actividades de naturaleza educativa que se complementan con otras de carácter devocional. Sin embargo, por muy sencillo que parezca al principio, lo que pretende es empoderar a grupos crecientes de personas para que emprendan un sendero de transformación colectiva a largo plazo que logre generar barrios, pueblos y ciudades sostenibles en todos los aspectos.

Existen dos rasgos fundamentales que distinguen este proceso. El primero es que en su conjunto genera mayor capacidad para el servicio y la acción colectiva: para emprender actividades educativas que fortalezcan el carácter y las facultades morales y espirituales de los niños; para acompañar a los adolescentes durante un período crítico de la vida a descubrir su verdadera identidad y a canalizar sus energías hacia el servicio y al bien común; para crear espacios de empoderamiento colectivo donde grupos de estudios puedan investigar la realidad y reflexionar juntos acerca de las implicaciones de las enseñanzas espirituales en sus vidas individuales y colectivas y aprendan a llevarlas a la práctica; para conectar con los jóvenes de la sociedad y poner sus talentos al servicio de la transformación social; para iniciar emprendimientos de desarrollo social y económico gradualmente más complejos cuando sea el momento oportuno; para participar en discursos públicos de relevancia para el bienestar colectivo.

El segundo rasgo es que toda esta acción colectiva está imbuida de un fuerte carácter devocional. Las dimensiones espiritual y devocional son fundamentales para dar respuesta al anhelo de sentido que yace en el alma humana. Suscita fuerzas muy poderosas que permiten que pequeños grupos logren grandes hazañas; dota de mayor significado a lo que se hace; y, sobre todo, mantiene siempre en la mente y en el corazón el recuerdo de que Dios está en el centro de todo lo que hacemos. La manifestación más visible de esta característica distintiva es la multiplicación de reuniones de oración colectiva como un elemento más del fortalecimiento de la vida comunitaria. Orar y meditar junto con amigos, vecinos y compañeros de trabajo con los que uno actúa en pos de la transformación colectiva produce unos lazos muy profundos, lazos muy necesarios para sostener el compromiso social a largo plazo.

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